El 5 de agosto de 1951 el norteamericano Johnson asombra al mundo con su espectacular vuelo de 861 Km, realizado en el transcurso del XVII Concurso Nacional, en la Gran Pradera (Texas). Johnson, que estaba obsesionado por la idea de batir la marca rusa de 749 Km, vio aquel día su oportunidad. Prefijó como término de su vuelo la ciudad de Colby (800 km).
A las 10,29 h, y a 700m de altura, se soltó del avión remolcador, subiendo a 1 m/s, alcanzó, con relativa facilidad, los primeros 2.000m, empezando a devorar kilómetros. Poco después otra térmica lo subía a 3.100 m, alcanzando en el primer centenar de kilómetros una bonita media de 115 Km/h.
En el siguiente trayecto tuvo que afrontar un horizonte de 200 Km sin una sola nube y, volando con apoyos de térmica invisible, tropezó con un fuerte viento del SW, que le obligó a desviarse un poco a la derecha de su ruta y, en consecuencia, desistir del vuelo prefijado a Colby. Como en todo gran vuelo de distancia con apoyos térmicos, Johnson tuvo sus momentos de “rascar el suelo”.
Con unos 300 Km a la espalda encontró una extensa zona de fuertes ascendencias, y precisamente sobre unas minas de carbón logró trepar hasta los 3.900 m, que le permitieron picar viento en cola a 130 Km/h. Muy cerca de los 600 Km. recorridos, y con buena altura, redujo la velocidad de su velero -el “RJ-5” para obtener el máximo rendimiento de su coeficiente de planeo 1:40, volando a 110 Km/h.
Cuando ya las térmicas iban escaseando y debilitándose, divisó a un centenar de kilómetros, por delante del morro de su aparato, un potente cúmulonimbo; vuelta a picar a toda velocidad y la alegría de darle alcance con 2.900 m. de altura; mas no era un cúmulonimbo aislado, sino una cadena de tormentas que le permitió volar plácidamente por derecho y trepando hasta los 3.500. Se acercaba el fin del día térmico; el variómetro no superaba el 0 más que en raras ocasiones, por lo que de nuevo empezó a “trabajar” el 1:40.
Eran las 5,58 de la tarde al iniciar el último planeo, bajando a menos de 0,58 m/s.; tenía 2.500 m. de altura y le faltaban 125 Km. para llegar a Salina -aeropuerto más próximo-; necesitaba, por tanto, un coeficiente de 1:50,5. Poco después sólo le precisaba de 42,2 cifra que rebasó holgadamente en la última parte de su vuelo, gracias al viento en cola y a las excepcionales características de su famoso “RJ-5”, que superó el 1:57.
A las 7,20 h. de la tarde, después de casi nueve horas de vuelo y miles de virajes en espiral en las “chimeneas” térmicas, se posaba con su velero en el aeropuerto de Salina, a 861 Km. en línea recta del punto de partida, Odesa, dando fin a su hazaña al mismo tiempo que entonaba un ferviente canto de alabanza a su velero de perfil laminar, clave de su espléndido triunfo.