Vuelo de distancia desde Mora de Toledo hacia Andalucía realizado el 5 de Agosto de 1974
MORA DE TOLEDO.- 10.00 h.
El día amaneció claro y tranquilo; el sol empieza a brillar con rabia, habrá que intentar un vuelo que valga la pena. Desde luego, triángulo o ida y vuelta; café con leche y roscos de pueblo en la fonda; el título oro no debe de ser tan difícil; total, trescientos kilómetros a base de virajes en térmica y planeos hasta la próxima, viraje, planeo, viraje, planeo… quizá cinco o seis mil virajes… quizá cincuenta o sesenta tramos planeados; he de intentarlo; engullo el café y los roscos. El buen Ramón Díaz, primero mi amigo, luego mi alumno y ahora mi compañero de vuelo, me urge el comenzar los preparativos. Me preocupa el no hacer inútil el esfuerzo de mis compañeros, me preocupa la integridad del avión y su pronta vuelta al aeródromo. Adelante, no vale mirar atrás.
AERODROMO DE MORA.- 10.30 h.
Es pesado esto de limpiar y pulir cincuenta metros cuadrados de superficies, pero París bien vale una Misa. Helmut Irmler mi aconseja mientras tanto: “no apures las térmicas, parece que el techo está a unos dos mil metros, planea hasta unos mil despreciando las térmicas débiles, aprovéchalo todo por debajo de esa altura”.
Preparo dos cámaras para la prueba del único punto de viraje ¡Bailén! y fotografío la pizarra-testigo. Conchita Irmler me proporciona un termo con limonada fría ¡gracias maja! Hay que estibar cuidadosamente la carga: barógrafo, mapas, termo, documentos personales y del avión, paracaídas y piloto con gorro, todo ello en un metro cúbico de cabina.
CABECERA DE PISTA 15.- 12.35 h.
Últimos preparativos, últimos consejos, últimos adioses. La radio emite bien y recibe mal. Llevamos el “Pirat”, en lento y silencioso empuje, con regusto litúrgico, hasta la cabecera de la pista. Ya traen el extremo del cable que me lanzará al aire; un último pitillo; ni un indicio de cúmulos; un último desagüe fisiológico al pié del velero ¡adentro!
Oigo que Dietter Memert lleva media hora en el aire sosteniéndose con dificultad. Esperemos que la cosa vaya mejorando. El termo queda bajo el codo derecho; algún atalaje retorcido se me clava en el espinazo. Las hebillas y mosquetones abrasan al rozar la piel. Ni un soplo de brisa. Ajusto el cronógrafo y abro la radio: “Torno, Pirat listo para remolque”. Escucho el “prrroossedoo” de Helmut, inconfundiblemente teutónico. Y procede. Ya ruedo. Ya vuelo. Trepo a 15 m/seg. Voy llegando a la vertical del torno. Suelto a las 13.15 h. a trescientos metros de altura. Comienza el vuelo libre.
VERTICAL DEL AERODROMO.- 13.15 h.
¡Como empapa el sudor! Mejor no abrir la ventanilla ni el portillo de ventilación ¡Todo por la aerodinámica! He perdido alguna altura; con poco más de cien metros encuentro un cero de variómetro. Veinte minutos de viraje me han devuelto a los trescientos metros ¡Al fin! El mugido de la térmica, la sensación de ser aupado, el viraje intuitivo y progresivo… y los instrumentos de a bordo cantan el acierto: el anemómetro se acelera, muy luego, el variómetro ordinario indica la ascendencia y, por fin, el variómetro de energía total eleva majestuosamente su aguja. Dos metros por segundo tres y cuatro metros por segundo. En dos docenas de virajes sobre este bárbaro soplido he llegado a los mil cuatrocientos metros. No puedo perder más tiempo. Solo me restan cinco o seis horas de vuelo térmico. Bailén aguarda al S.
Comienza el largo día del águila. Va quedando abajo la cadena de Yébenes. Sobre la Mancha flota una calma turbia que no presagia nada bueno 80 Km/h a 0 m/seg. 90 km/h. a -1 m/seg. 70 km/h. a +1 m/seg. Sobrevuelo Turleque aún con novecientos metros, gracias a esta técnica “delfín”, encabritando en las ascendencias y picando aún en las descendencias. Hay que continuar. Ya me entretendré con la primera cosa que valga la pena. Llego a Madridejos con cuatrocientos metros, buscando desesperadamente cualquier empujón. Sólo soplidos débiles y rotos ¡Dios mío! ¿acabaré ya en el suelo?
VERTICAL DE MADRIDEJOS.- 14.35 h.
Busco térmica hacia adelante, hacia el Sur. Encuentro un débil 0,5 positivo. Virajes suaves a derecha e izquierda para tratar de centrar ascendencia más intensa. El empuje vertical no aumenta y continúo en lento vuelo al Sur sobre una curiosísima ascendencia de igual intensidad que, sobre Puerto Lápice, ya me he colocado a más de mil quinientos metros de altura, la ascendencia se esfuma e inicio un planeo veloz, a 95 km/h, descendiendo a 1,5 m/seg.
Algún breve soplido turbulento me permite ganar unos metros durante el recorrido en rápido viraje o en encabritamiento oportuno. Cruzo la serpentina verdosa del oculto Guadiana en una atmósfera indignantemente encalmada. Sobre los olivares del fondo, otro velero, un “Cirrus Standard”, vira rabiosamente en busca de ascendencia, ¡es Dietter! Está muy bajo y se dispara nerviosamente de un punto a otro, huyendo del suelo. Encuentro una gruesa ascendencia térmica de casi 5 m/seg. Abro la radio “Dietter, Dietter, I’m Raya, soaring high one kilometer South. Go ahead, go ahead, good thermal”. Agradece la orientación, avanza vivo, vira y va elevándose. Tars un par de docenas de virajes me dice en francés: “ça sufit pour moi, merci bien” y se dispara en dirección a Puertollano.
Sobrevuelo Valdepeñas pocos minutos después con algo más de mil metros. A la vista de Santa Cruz de Mudela una nueva ascendencia de 3m/seg. me eleva en un centenar de virajes desde setecientos hasta mil ochocientos metros; Sierra Morena a mi alcance; elijo el paso de Despeñaperros. He perdido todo contacto por radio.
VERTICAL DE DESPEÑAPERROS.- 17.20 h.
Descendencia continua de 1 m/seg. la N-IV que atraviesa la cordillera hormiguea de coches y camiones; velocidad indicada de 90 km/h.; descendencias intermitentes de 2 m/seg.; velocidad indicada de 95 km/h.; los pinares empiezan a quedar atrás, demasiado lentamente para mi gusto. Las cumbres próximas van quedando a mi altura, Santa Elena aún lejos; encuentro algunos leves empujones que aprovecho con furia en lo poco que de aprovechable tienen. Gano treinta metros, planeo perdiendo doscientos. Gano cien metros, planeo perdiendo trescientos. Gano cincuenta metros, planeo velozmente hacia el Sur, huyendo de este condenado sumidero montañoso. ¡Al fin! Ya estoy sobre Santa Elena.
Viro este +0,5 m/seg. con la pausa que las circunstancias merecen. Ya está centrado el +1. Se escapa y vuelvo a centrarlo en viraje ceñido. Estos pastizales parecen bastante accidentados. el +1 se escapa. A trescientos metros se distingue perfectamente el ganado ¿Será bravo? La ascendencia es floja, flojísima; Las Navas de Tolosa y La Carolina están cerca. Hago vuelo dinámico hacia el Sur. Encabrito suave en las suaves ascendencias; pico suave en las suaves descendencias. Va quedando la Carolina a mi derecha, Linares al fondo. Regresar a Mora es ya imposible.
VERTICAL DE LINARES.- 18.30 h.
Panorama de bocaminas y fundiciones. Pierdo altura. El altímetro indica ciento cincuenta metros. Posiblemente sean casi trescientos sobre el suelo. El polígono industrial de Linares para bajo mí. La descendencia se incrementa. Hay que buscar un lugar para la toma.
Escojo un gran solar que parece perfectamente explanado, sin tapias ni cables, aproado en su diagonal al viento que me indica un humo lejano. Viento en cola, base y larga… repito varias veces el procedimiento sobre el lugar elegido; algunos grupos de curiosos agitan pañuelos. La térmica ruge, viro ceñido: el variómetro vuelve a dispararse hacia arriba: 1… 2… 3… y hasta un 5 constante. En menos de cien virajes he ganado casi dos mil metros. Aproado hacia el S.E. decido intentar distancia libre. Llegar a Almería… Llegar a Almería… a cero de variómetro, atravieso diagonalmente los meandros del Guadalquivir. Baeza al N.E. La presa de Pedro Marín a mi derecha; la de Doña Aldonza a mi izquierda.
Las cumbres de Sierra Mágica al fondo me fuerzan a restar grados al rumbo. Planeo a 80 Km/h. con -0,5 m/seg. La Sierra de Cazorla me obliga a mantener la ruta sobre desiertos pardos, salpicados de cortijadas distantes. Rehuyo un desfiladero. Busco la planicie hacia el S.E. Sobrevuelo un pueblecito blanco colgado de la falda de un monte. ¿Será Solera? ¿Será Cabra del Santo Cristo? ¿Será Larva? ¿Será Huesa? El aire es perfectamente laminar. El descenso suave y constante.
VERTICAL DE LARVA.- 19.45 h.
Por un sinuoso camino de montaña van unos arrieros que sujetan sus mulos, espantados quizás por mi velero. El desconocido y bellísimo pueblecito va quedando atrás. El valle va cerrándose por unas tremendas montañas envueltas en neblina.
Avanzo, pierdo altura. El altímetro aún indica seiscientos metros pero no es posible; quizá trescientos sólo. En la falda de un cerro junto a un sendero, escojo una rastrojera en fuerte pendiente, no hay cables, ni piedras, ni zanjas; la pendiente arriba no es excesiva; el camino de herradura marca mi improvisada cabecera de pista.
Repito media docena de veces la aproximación; ajusto mis atalajes; el variómetro se estabiliza en un cero ligeramente positivo; el viraje suave y centrado me permite examinar el suelo sin prisas y sin nervios. Aún aliento la esperanza de sentir un soplo que me permita saltar esta cordillera. No, ya no es posible.
En media hora de viraje he ganado casi cien metros. Ahora desciendo, sin embargo. Calculo unos cien metros en tramo base, sobrevolando un cortijo grisáceo en el que unas figuras humanas me contemplan desde su puerta. Inicio larga, tanto los frenos; 75Km/h.; cabecera; frenos fuera; ya ruedo! El velero se detiene pronta y limpiamente; el plano cae. Son las 20.25 h. Un viejísmo coche viene desde el cortijo levantando una nube de polvo sobre el sendero. El buen hombre me toca, me pregunta, me examina, observa el avión y me cuenta como advirtió mi presencia por la desbandada de las gallinas al interior del cortijo, como cogió la escopeta para espantar el águila y como le asombró el vuelo majestuoso del gran pájaro blanco que hasta aquí me trajo.
Estoy en Larva, provincia de Jaén, a solo tres Km. de la provincia de Granada. En línea recta a 230 Km de Mora de Toledo. Fracasé en el intento.
Los caminos hormiguean de curiosos a pié, en bicicleta, en motos, a lomos de mulo, en coches y camiones. La pareja de civiles, el guarda de la hermandad, y el vigilante de Icona cierran el círculo en torno al velero y me ayudan a anclarlo con albardas, cuerdas y piedras.
Felipe Pérez el cortijero me lleva al pueblo. Fernando Leiva, el alcalde, me busca alojamiento y me invita a cenar. Aún habré de aguardar dos días la llegada del equipo de rescate. Emilio Coca y Elisa Núñez se estrellaron y murieron con su avioneta en El Plantío. El entierro es mañana y seré quizá el único de sus buenos amigos que falte. Emilio ¡te recuerdo! Elisa ¡te recuerdo! El aire muerde a veces. La muerte fue piadosa con vosotros. Hasta pronto. Cantan los grillos. Se alza una luna roja sobre el pico Cabañas.
J. Antonio RAYA