En las otras oportunidades en la que ingresé en la onda, una la perdí por intentar ir al baño… y en la otra con cinco metros de ascenso la onda desapareció y las lenticulares se transformaron en hermosos cúmulos.
Año 2000.
Este año me tocó encargarme, durante las dos primeras semanas, de las charlas de seguridad previas a los vuelos.
Allí expliqué los riesgos asociados a la operación, conos de seguridad (altitudes requeridas para regresar al aeródromo), como utilizar los equipos de oxigeno, maniobras de aproximación, hipoxia e hiperventilación y su diferenciación, el vuelo en la onda y los riesgos de ingresar en la lenticular, alternativas de aterrizaje ante la posibilidad de cierre del aeródromo, espiral benigno, etc. La maniobra más complicada y en la que se puso más énfasis fue en la aproximación final con viento fuerte, ya que en muchos casos se necesitan 300 m sobre el terreno en final y casi vertical a la cabecera, para poder aterrizar sin mayores inconvenientes.
En cuanto a los vuelos, realizamos con el Cholo Miranda (1) adaptaciones a la zona con los biplazas, fundamentalmente para familiarizar a los pilotos visitantes con el terreno y observar desde el aire las posibles alternativas de aterrizaje, ya que los únicos lugares aptos son algunos sectores de rutas. Luego estos realizaban cabina en los monoplazas y a volar.
Bueno, pero yo también fui a volar y ahora les cuento un poco.
El 18 de noviembre el día era bueno, lenticulares por todos lados, cargué un ida y vuelta hasta la ciudad de Zapala (distante unos 170 km), no lo pude hacer, pero de todos modos al declararla seleccioné sin darme cuenta otra prueba. Despegué y cortando lateral al cerro Mayal tomé 2.700 m y decidí poner proa a la cordillera del viento. Sin perder altura y con 3.000 m ingresé en la onda. La transferencia fue brusca, de un rotor de turbulencia moderada a la increíble suavidad de la onda. El ascenso fue muy bueno y alcancé los 9.237 m.
A los 8.000 m escuché a dos pilotos de planeadores chilenos que operaban en la misma frecuencia que la de operación en Chos Malal. Desde mi privilegiada posición veía el océano Pacifico distante a unos 200 km. Seguí subiendo y a 8.700 se congeló la cabina desde la mitad hacia atrás.
Al llegar a los 9.000 m y preguntándome por que no podía estar mirando fútbol en la tele como cualquier ser humano normal y sintiendo un leve aroma a adrenalina (tiene olor, ¡¡eso espero!!), puse proa hacia Zapala pero los descensos eran muy fuertes y en poco tiempo me encontraba aterrizando. Podría haber vuelto a la onda pero por ese día era suficiente.
El 21 de noviembre había posibilidades de formación de onda, cargué en el registrador una prueba FAI de 100 km. El remolque se realizó hasta lateral al cerro Mayal, tratando infructuosamente de tomar altura en la zona regresé a las cercanías del aeródromo y luego de virar en térmicas conseguí altura como para regresar a la zona del Mayal.
En esta oportunidad la onda se presentó y comencé a tomar altura en gran forma, ascendiendo con hasta 9 m/s. Con 5.000 m de altura decidí dirigirme al punto de partida para comenzar la prueba, hasta ese instante funcionó el registrador (dio un mensaje de error check lsd cable).
De todas maneras intenté realizar la prueba y en la pierna larga con viento a favor la velocidad de GPS era de 285 km/h ascendiendo 4 m/s. Di toda la vuelta pero no sirvió.
El 24 de noviembre hice un ida y vuelta de 100 km en térmica sin superar 3.500 m ya que no había prácticamente viento. Al finalizar la prueba quedé con poca altura y pude ascender en dinámica en la zona del cerro Negro, luego una termiquita con golpes de 6 m/s me devolvió el aliento. Otra vez olor a adrenalina…
El día 25 de noviembre se presentaba muy bueno, con lenticulares espectaculares. La masa de aire tenía mayor cantidad de humedad que lo normal, se podían observar claramente los rotores. Salimos con Alejandro Pettenazza y luego de volar en varias oportunidades la dinámica del Mayal, conseguimos ascender a la onda. Había cargado el triángulo de cien y tenía que hacerlo.
Me tocó volar entre las lenticulares, una por encima y otra por debajo de mi trayectoria, lo que fue una experiencia inolvidable, lamentablemente había que regular la velocidad para no ingresar en las nubes, al aproximarme al final observo la presencia de un cúmulo exactamente en el vértice, con la base por debajo de mi mínima altura y con el techo unos 1.000 m por encima, hice un par de eses para perder un poco de altura y llegar al punto rozando la parte inferior de la nube, pero la pérdida de altura fue mayor a 1.000 m y perdí la posibilidad de un récord. La velocidad indicada en el registrador de vuelo fue 27 km/h superior al récord Argentino vigente en ese momento. Este récord fue luego roto en Chos Malal por Miguel Laso por 45km/h por lo que el mío hubiera durado solo unos 15 días.
Parece un cuento de mala suerte, pero, simplemente no era un día para hacer el triángulo, si para divertirse volando la onda. Otra vez será.
El próximo año espero que salga.
A los que piensen en venir a Chos Malal les recomiendo que traten de estar alrededor de 15 días, de esta forma podrán contar con variadas condiciones para el vuelo en onda, desde débiles hasta extremadamente potentes.
Espero verlos en Chos Malal
Omar Trivellini.
omartrivellini@hotmail.com
www.patagoniasoaring.org.ar
(1) Horacio «Cholo» Miranda fue el primer piloto que voló en la zona y aprovecho las ondas. Gracias a su insistencia se organizo el primer encuentro en Chos Malal en el año 1991. Ver www.patagoniasoaring.org.ar/Espanol/1991 cholo.htm
Omar Trivellini.