Tras 76 años de silencio, un grupo de pilotos de vuelo sin motor ha recuperado el histórico HUESCA AERO CLUB (HAC) en un momento en el que la práctica de este deporte se encuentra seriamente amenazada en Huesca y su comarca por las repercusiones de la construcción del Aeropuerto Huesca Pirineos.
Era un 16 de junio de 1931, cuando otro grupo de jóvenes oscenses, que desde hace ya diez años seguían con interés los grandes logros de la Alemania derrotada que tenía prohibida la aviación de motor, se reúnen en la terraza del Casino Oscense para constituir el Huesca Aero Club.
Sus principales entusiastas son, entre otros, los hermanos Antonio y José María Bescós, Francisco Arnal, José María de Navascués, Mariano Gómez Zamora y José Atarés. Adquiriendo primero y luego construyendo algunos planeadores primitivos de madera y tela, iniciaron su actividad lanzándose desde los sasos y laderas de la Hoya de Huesca, y la culminarían cinco años después destacando entre el resto de los clubes españoles, con un planeador-velero de alto rendimiento construido por las sapientes manos de Francisco Arnal, habiendo batido récores nacionales y celebrado la primera (1935) y segunda (marzo de 1936) Semana Nacional de Vuelos sin Motor en el paraje de Monflorite por ellos descubierto.
Desde el primer momento la joven asociación supo captar el interés de la ciudadanía oscense y sus progresos desde diferentes localizaciones próximas a la ciudad eran seguidos con inusitado interés por muchos ciudadanos. La nueva actividad, gracias también a la contratación de autobuses que llevaban a los aficionados hacia el lugar de lanzamiento elegido, se convirtió enseguida en una original forma de pasar las mañanas de los domingos, de manera que la ciudad reconoció desde el primer momento esta actividad como algo suyo, algo tan entrañable como la casi coetánea sociedad montañera local. La guerra cortaría en seco aquel sueño colectivo en el que tanta ilusión y trabajo pusieron sus promotores.
Decíamos 76 años de silencio de aquél espíritu pionero. Aunque empezó en los sasos de Igriés, Loreto y Alerre, y se lanzó desde los altos de Castejón de Becha, Apiés y otros, es en la ladera entre los términos de Monflorite y Alcalá del Obispo donde quedaría plantada la semilla del futuro. En efecto, bajo la Falange y el nuevo y victorioso Ejército del Aire, se creó allí en 1940 la famosa Escuela de Vuelo sin Motor, pero era ya otra cosa. La Escuela reportaría fama internacional a Huesca, con momentos estelares en la faceta deportiva, pero sus fines formativos eran otros y muy distinta su imbricación con la ciudadanía. Ya en el siglo XXI sobre aquel aeródromo surgiría el actual Aeropuerto, una evolución aún más inimaginable para aquellos lejanos iniciadores locales.
La idea de resucitar el HAC nace en la estela del libro de Luis Ferreira 100 años sobre Huesca y está propulsada por algunos de los que han colaborado estrechamente en él. El impulso es declaradamente nostálgico del pionerismo de preguerra y los años gloriosos de la Escuela de Monflorite, y busca perseverar en la conservación de aquel patrimonio mediante actos de marcado carácter cultural, propiciar en el futuro encuentros de veleros históricos y luchar por la continuidad del Vuelo a Vela -que así se llama internacionalmente- en la Hoya de Huesca. La primera sinergia natural en torno a este objetivo es con el Aeroclub Nimbus, el club activo local que tan difícil existencia está teniendo en el Aeropuerto desde que se inauguró. Queremos subrayar aquí que el HAC tampoco nace en competición con el Real Aero Club de Huesca, que desde la posguerra estuvo siempre centrado en el vuelo con motor. Con todos ellos y otras entidades culturales es posible establecer colaboraciones marcadas por el deseo de recuperar y exaltar la importante heredad histórica aeronáutica oscense y su relación con el territorio físico. El nexo de continuidad material con los pioneros es la adopción del logo que aparece en los carnés de piloto de la época y en el costado del velero “Osca”, cuyos planos de construcción además se han podido localizar gracias a los herederos de uno de los antiguos fundadores.
El 23 de marzo pasado, de nuevo en el Casino Oscense y acogidos por la puerta principal que tallara el “artista-ebanista” Francisco Arnal, seis entusiastas enamorados de aquello han refundado el HAC, inscribiéndolo en el registro de asociaciones. Activos como pilotos -instructores y con otras calificaciones muchos de ellos-, con la mente y el corazón sueñan con otras empresas que proyecten nuestra historia más allá en la geografía y en el tiempo. La primera a reseñar ha sido llevar a Madrid la exposición de fotografía “100 años sobre el cielo de Huesca”en el Círculo Catalán, con la colaboración de la Diputación de Huesca, el Real Aero Club de España, y la Asociación de Volovelistas de España, y la presentación de Jaime Julve, prologuista de la obra impresa y presidente del HAC. A medida que se difunde el libro incluso allende nuestras fronteras, se van desempolvando recuerdos que estimulan el envío de añorantes relatos y material fotográfico inédito de extremo interés por parte de pilotos de todo el mundo, muchos rondando ya los 90 años. Destacamos el caso de un español, hoy residente en Venezuela, y del grupo de argentinos que, en fraternal intercambio con la patria de Perón, estuvieron ocho meses en Monflorite en 1947. De todo ello se está haciendo tesoro.
No podemos no concluir con una preocupada mirada al presente y al futuro. Aun siendo superfluo desglosar las dificultades del vuelo a vela en el Aeropuerto Huesca Pirineos, frecuentemente recogidas por los medios, querríamos resumirlas en una alegoría. Por las características de su deporte, el motocross necesita de un terreno de cierta amplitud, un relieve montaraz y libertad de movimientos para deportistas, jueces, auxiliares y público. El circuito ha sido allanado por una autopista, cuya utilidad pública en la mente de los promotores no vamos a poner en duda, pero supone la práctica expulsión de ese deporte. Todo intento compensatorio de decir que por esa autopista se puede seguir circulando en moto es cuando menos patético, pues la actividad deportiva normal, como en Montecarlo con la Fórmula-1, requiere al menos cortar la calzada al tráfico ordinario. Suponemos que la autopista resulta económicamente deficitaria, se la clausura al tráfico y se la deja sólo para los deportistas: tampoco podrán volver a hacer motocross en ella, salvo que se levante el hormigón y se reconstruya la geometría original, algo impensable por evidentes y múltiples razones. Lo hecho, hecho está, y si en alguna reparación se puede pensar, es en buscar un terreno rústico y prestar unas excavadoras para que los motoristas puedan volver a su deporte en otro sitio. Serán malos tiempos para la explotadora de la autopista, pero esa modesta compensación es una fracción del coste anual de mantenimiento y personal aunque no haya tráfico en ella. Pero volvamos al aire. Un aeropuerto comercial activo copa un amplio espacio aéreo controlado a su alrededor, así que ese nuevo refugio de los deportistas tendrá que estar algo alejado. ¿Solución imposible? No. La Hoya sigue siendo magnánima, como lo fue para los pioneros. Propuestas hay, entusiasmo y voluntad de muchos, autoridades y entes locales incluidos, también. Solo hay que abatir el poco convincente argumento de que los tiempos no están para invertir, por una sola vez, en ese acto reparador de seguro efecto dinamizador económico en la zona, la décima parte de lo que cuesta anualmente mantener esa estructura aeroportuaria virtualmente muerta.
El revivido Huesca Aero Club, luchará también por este irrenunciable servicio a la historia
Jaime Julve Pérez
Presidente HAC